Este sábado 1 de febrero de 2025, Stello Cochamanidis fue elegido como el nuevo presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, marcando un cambio significativo en la dirección de esta histórica institución. Junto a él, Agustín Zambrana, un activista político de la oposición que había aspirado a la presidencia, se une al liderazgo. Esta elección no solo representa un cambio generacional, sino también una reorientación ideológica respecto a las gestiones anteriores, especialmente en comparación con el antecesor Fernando Larash.
Cochamanidis, quien formó parte del directorio de Rómulo Calvo, se distancia claramente de las tendencias socialistas que han predominado en la política nacional bajo el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS). Al declarar que “la época que estamos viviendo es extremadamente difícil”, establece desde el inicio el tono de su discurso y la urgencia de una respuesta a la crisis social, política y económica que enfrenta Bolivia hoy. Esto será un mensaje a sus seguidores, alertándolos sobre la necesidad de movilización y resistencia.
Además, su promesa de “recuperar lo nuestro” y restaurar la democracia y la libertad de los perseguidos políticos refleja una postura que busca no solo consolidar su base de apoyo en Santa Cruz, sino también atraer a aquellos descontentos con el actual régimen. La mención a “el millón de ciudadanos que nos robó Arce y su gobierno” encarna una narrativa de victimización política, que podría resonar con muchos que sienten que sus derechos democráticos han sido vulnerados.
La instalación de la nueva directiva, programada para el 26 de febrero, promete ser un evento significativo para los cruceños. Cochamanidis y Zambrana se enfrentan a un desafío monumental: equilibrar su retórica confrontacional con acciones concretas que demuestren liderazgo y capacidad de gestión.
A medida que se preparan para asumir el mando, la respuesta del gobierno y de la oposición será crucial para definir el rumbo de Santa Cruz y su influencia en la política nacional.
El futuro de Santa Cruz bajo la dirección de Cochamanidis no solo será la prueba de su habilidad para movilizar a la ciudadanía, sino también un termómetro para medir el clima de polarización en Bolivia.
La próxima gestión promete ser intensa y llena de desafíos, donde las estrategias de resistencia y diálogo definirán el camino a seguir. ¿Logrará el nuevo líder cívico satisfacer las expectativas de un pueblo que busca cambios profundos? El tiempo lo dirá.