Categoria: Política
Publicado 11 de diciembre de 2024

No es sorprendente la incursión de Marcelo Claure en el escenario político, sino que ya estuvo codeándose con el poder azul, cuando Evo Morales nadaba en dinero del gas y el empresario no podía hacer negocios porque el gobierno tenía dinero suficiente. Ahora la coyuntura le ha brindado un escenario propicio para acomodar sus ideales de negocios y comercio a la política boliviana, que está muy venida a menos, no solo en ideas, sino también en recursos. Como dicen en Santa Cruz, la mayor parte de los políticos son “yescas” y algunos “huecos” de imaginación y recursos económicos.

El “magnate boliviano” intenta imitar al multimillonario Elon Musk, ingresando en la política criolla de corte socialista que ha hecho de Bolivia el país más inestable y pobre de la región, y sobre todo, más imprevisible. Claro, encuentra en su camino a políticos dispuestos a bailarle la música que les ponga, con la sola condición de acceder al dinero que pueda financiar sus campañas electorales.

Es ingenuo pensar que el apoyo de Marcelo Claure a cualquier candidato garantiza una elección ganada. Nada más iluso. Claure no es político, es negociante, y como tal, agarra todo lo que signifique dinero. Al diablo que quiera a Bolivia. ¡Puras pamplinas! Al tacho que quiera ayudar al país. Lo que realmente quiere es manejar el nuevo gobierno desde EE.UU. y poner su programa de gobierno bajo el pretexto de sacar a Bolivia de la pobreza.

Poner cinco escuelas de fútbol, diez oficinas de emprendedores y un instituto de formación política son medios distractivos que no van a mitigar la desesperación de la gente por la dura crisis económica que ya están viviendo la mayoría de los bolivianos. Tampoco será la panacea para la falta de empleo. Todos sus proyectos son a largo plazo, cuando en realidad el país necesita medidas de choque que permitan ver el futuro en el corto plazo, por no decir ya mismo, en mejores condiciones.

Claure hace mal en distorsionar la política porque distorsiona la realidad, intentando poner a dos candidatos que, a su criterio, serían buenos: Manfred Reyes Villa y Samuel Doria Medina. La historia ha demostrado que los políticos locales no son buenos administradores del Estado y que los empresarios siempre han fracasado en política.

Es bueno que estos dos políticos, a quienes Claure anda elevando la moral electoral, sepan que el país se dará cuenta de que al final serán dos candidatos títeres y, si quieren verlo de manera más optimista, presidentes manejables, condicionados y fácilmente direccionados a control remoto.

Pensar que Claure es la solución en la política y un magnífico apoyo al nuevo gobierno es un grave error. Quien lo reciba y consienta estará apostando a recibir el voto de la indiferencia, porque hasta agosto llegarán tachados de ser los nuevos tilines en la política, apoyados por una red de medios de comunicación que se venden al mejor postor.

En resumen, Claure no es la solución, sino el problema de los nuevos problemas que se vienen.

Lo dijo el Fuji